20/9/16

VATICÀ I CELIBAT - AMORS PROHIBITS


El passat dissabte dia 17, el Periódico va publicar un extens reportatge de C.ESCALES i R.DOMÈNECH, sobre el celibat i el Vaticà, amb testimonis d'ex-religiosos i ex-capellans, entre aquests, el nostre company en Constantí  Sotelo, que es vegueren obligats a penjar els hàbits "per amor".


"Mi único pecado ha sido enamorarme, le dije al obispo"
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Antonieta y Constantí se conocieron en el
 instituto de Balaguer donde él, cura, enseñaba



El verano de 1977, Constantí Sotelo (Pereira, Orense, 1939) emprendió el que probablemente sea uno de los viajes más duros que habrá hecho en su vida. En un Seat 600, viajó de Balaguer hasta La Seu d’Urgell, donde tenía cita con el señor obispo. Le iba a contar que se había enamorado. Él era sacerdote, totalmente vocacional. «Lloré de felicidad el día que me ordené, ahora hace 50 años», recuerda. Pero las lágrimas de emoción también surgían imaginando lo que más deseaba en aquel momento: poder vivir su amor con Antonieta Prats (Reus, 1952).
Ella había llegado al instituto de Balaguer como profesora interina de castellano, en sustitución temporal de otro docente. Él daba clases en el mismo centro. Palabras, vivencias, ideas, aficiones, una manera de ser y sentimientos, y también la fe religiosa que compartían les fue haciendo cada vez más cómplices de una relación que poco a poco fue demandando más espacio en común. «Sí, era el cura, pero también era compañero de trabajo», justifica Antonieta Prats.
«Cuando nos dimos cuenta del conflicto que suponía compaginar mi condición de sacerdote y nuestra relación como pareja, ya estábamos enamorados», dicen quienes hoy son padres de dos chicos y abuelos de tres nietos. «Nos escribíamos cartas y nos las entregábamos en mano», explica ella. «Quedábamos en algún bar y siempre llevábamos apuntes y libros para desplegar en la mesa, para simular que quedábamos para trabajar», rememora él.
RECIBO DE LA LUZ Y HUEVO FRITO
Un día, Antonieta le dijo a él: «Yo no me veo viviendo una historia contigo en la clandestinidad. Tenemos que compartir el recibo de la luz y el huevo frito». Se lo dijo en unos campamentos en Taizé, que la pareja hizo, acompañada de alumnos y otros profesores del instituto. «Fue la primera vez que dormimos juntos», recuerda Sotelo. «En un saco de dormir cada uno, claro, y en una sala donde dormía más gente», puntualiza.
"En aquel viaje, cada uno conducía un coche y, cuando nos adelantábamos, nos hacíamos señales, con las luces de posición y de freno», recuerdan. Una cincuentena de cartas clandestinas durante casi un año, algunas de las cuales todavía conservan, fueron recogiendo la esencia de aquel amor que, finalmente Constantí Sotelo sintió la necesidad ética de dar a conocer al obispo. «Le dije: no tengo una crisis vocacional, enamorarme es el único pecado que he cometido. He sido siempre fiel a mi celibato como sacerdote, y no creo que mi vocación y mi amor a una mujer sean una contradicción». Así fue como Sotelo introdujo su petición de poder vivir su amor en pareja sin tener que colgar el hábito.
«Sabía que me diría que no», prosigue. «Primero, porque el Derecho Canónico no lo permite, pero también porque, como copríncipe de Andorra, el obispo de La Seu no se podía salir de la raya».
Ahí acabaron sus días como cura. Marchó con Antonieta a Barcelona, donde dio clases de religión y música en un par de institutos. La pareja encarriló su nueva vida, siempre conectada a la iglesia. «Siempre agradeceré todo el bien que me hizo el obispado de La Seu enviándome al instituto de Balaguer», concluye.

Amores prohibidos por el Vaticano

El relevo del obispo de Mallorca por una supuesta relación sentimental 
 reabre el debate del celibatoEl Sínodo de la Amazonia estudiará ordenar 
sacerdotes a hombres casados de probada fe y no jóvenes.

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"La cuestión de los curas casados está en mi agenda", pero también: "El celibato sacerdotal permanecerá tal como está". Las dos frases del papa Francisco, pronunciadas con un año de distancia entre la una y la otra, resumen la peliaguda situación en la que se encuentra eldebate sobre el celibato dentro de la Iglesia católica. A más de tres años de su elección, Francisco transmite la impresión de querer 'hacer algo' en este ámbito, pero lo cierto es que lo único que ha hecho en esta materia, o al menos lo último, ha sido apartar del cargo al obispo de Mallorca, Javier Salinas, por una supuesta relación sentimental con su secretaria.
Tal vez la primera novedad, que decepcionará a los católicos progresistas, llegue de la lejana Amazonia. El año pasado se rumoreó que el Papa había pedido por carta al cardenal Claudio Hummes, de 82 años, gran amigo de Bergoglio, una reflexión sobre la posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres de probada fe, casados, no jóvenes y con una vida ejemplar. Sería solo en la periférica Amazonia, una región más grande que muchos países, donde un solo párroco puede tener que administrar 60 comunidades.
El Vaticano ha desmentido el rumor. "No hay ninguna carta", respondió un portavoz. Pero el tema ha vuelto estos días a la actualidad al ser introducido en el próximo Sínodo de la Amazonia, que está propiciando precisamente el cardenal Hummes.
MUCHAS EXCEPCIONES
En la Iglesia de Roma ya existen unos 100.000 curas casados (sobre un total de 420.000) y con familia, que ejercen sus funciones. Están los ortodoxos de rito latino (fieles a la Santa Sede desde que se produjo el cisma del siglo XI), que antes de ser ordenados curas pueden elegir si casarse o no, aunque de hacerlo no podrán ser nunca obispos. Están también los varios centenares de sacerdotes de la Iglesia anglicana, separada de Roma, que pidieron regresar cuando aquella confesión de Inglaterra abrió sus puertas a los curas gais y al sacerdocio y obispado de las mujeres: el papa Benedicto XVI les aceptó con sus esposas e hijos, creando para ellos una diócesis sin territorio. Y en los países excomunistas del Este de Europa todos los curas fueron castigados por los regímenes, obligados a ser obreros y abandonados a su suerte ya que el Vaticano no pudo seguir en contacto con ellos. La mayoría se casaron, pero al caer el Muro de Berlín, fueron localizados por la Iglesia y reincorporados, porque en aquellos países ya no había curas.
CURAS CON ESPOSA
·         DISPENSA DEL CELIBATO Un sacerdote puede pedir la dispensa del celibato, que generalmente termina con la concesión, aunque no suprime el hecho de que el interesado permanezca siendo cura, ya que su ordenación es de por vida, pero no puede actuar como tal. Aun así, algunos ejercen más o menos clandestinamente..
·         SUSPENSIÓN 'A DIVINIS' Si un cura abandona la sotana sin dar cuentas al Vaticano, suele ser suspendido 'a divinis', o sea que ya no puede actuar más como sacerdote. Hasta Pablo VI (1963-1978), las dispensas del celibato constituían una excepción, pero sucesivamente la práctica se suavizó. Los dispensados actuales serían unos 60.000.
·         UNA LEY 'MODERNA' El celibato no es un dogma (algo intocable) sino una ley. Los evangelios no hablan de ello (san Pedro tenía una suegra). Las primeras restricciones empiezan en el siglo IV, se refuerzan en el siglo XI y en el XVI se establece la ley actual. Durante más de 12 siglos era frecuente que los curas convivieran o frecuentasen a prostitutas.
·         EL CASO DEL PAPA BORJA El caso más conocido de la historia sexual de los eclesiásticos es el del Papa Borja, Alejandro VI, con tres hijos habidos de una cortesana antes de ser elegido y uno cuando ya era Papa, que fue conocido con el eufemismo de Infante Romano. Lo ha documentado el historiador catalán Miquel Batllori.
Se trata de casos justificados por las vicisitudes de la historia, al lado de los cuales existen las situaciones de los díscolos, curas y obispos que un día se enamoraron, empezaron a convivir con una mujer, tuvieron hijos. Algunos abandonaron la Iglesia, pero otros reivindican su derecho a seguir ejerciendo como sacerdotes. Hay también numerosos curas, principalmente en África, con familias a cargo de los presupuestos de las diócesis.
65.000 CASOS
Existen varias plataformas que reúnen a los sacerdotes casados o les apoyan, como Diálogo, la Asociación de Sacerdotes Obreros Casados y Somos Iglesia. "No queremos justificaciones bíblicas ni cambiar el derecho canónico [eclesiástico], sino solo poder volver a ejercer el ministerio", explica el expárroco casado y punto de referencia Giuseppe Serrone. Afirma que "no existen estadísticas oficiales públicas" sobre los curas casados, aunque cifra en unos 65.000 los casos que se habrían producido en 40 años.
Desde su propia experiencia, informa Carme Escales, el exjesuita Santiago Díaz de Quijano también aboga por la revisión del celibato. Antes de dejar la compañía de Jesús,"iba de psiquiatra en psiquiatra, estaba deshecho", confiesa. "Mi corazón y mi cuerpo no entendían la castidad", dice. "En la vida, hay sufrimiento que genera vida, que forma a la persona y la hace más serena, pero hay otro que no genera nada de eso, y en este último me sentía yo", recuerda. De modo que a los 28 años dejó de ser jesuita y a los 31 conoció a la que sería su esposa y madre de sus tres hijos.

REGLA DE VIDA, NO DOGMA
Respondiendo a las preguntas que le hicieron cinco curas casados en el 2015, invitados a su casa del Vaticano, Jorge Bergoglio dijo que "se trata de una cuestión a la que la Iglesia da importancia, que está en la agenda de la Congregación [ministerio] del Clero, aunque no es fácil de resolver". El celibato de los sacerdotes "no es un dogma de fe sino una regla de vida", por lo que "la puerta está siempre abierta" a un cambio, "si bien en este momento hay otros temas sobre la mesa", respondió a los periodistas regresando de Tierra Santa. La pregunta partía de una carta que 26 mujeres, esposas de curas, habían escrito al Papa "para romper el muro de silencio y de indiferencia con el que chocamos cada día".
MENSAJES CONTRADICTORIOS
Juan Pablo II se negó a separar el celibato del sacerdocio y también Benedicto XVI. En febrero de este año, Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, dijo en un simposio que "la reforma del celibato no está bajo examen del Papa, no que yo sepa por lo menos". Finalmente, el Papa, hablando a los obispos italianos, dijo este año que "el celibato sacerdotal permanece como es", lo que pareció contradecir que estaba en su agenda. A menos que desde la Amazonia llegue un primer paso.

"Dejé de ser fraile porque quería enamorarme"


Eduard y Maria Jesús, antes que pareja, padres, abuelos y heladeros fueron capuchino, él, y religiosa secular, ella
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Entre estantes de libros y poemas de Pedro Salinas y Joan Salvat-Papasseit, los versos fueron hilvanando la atracción entre Eduard Eroles (El Poal, 1946) y Maria Jesús Martí (Ciutadella, 1938).
Él había sido fraile capuchino y ella, monja secular. Ella trabajaba en El Hogar del Libro, en la barcelonesa calle de Bergara, también cantaba y formaba parte de grupos de folk. La pareja se había conocido, unos años atrás, en un curso de música en Lleida. Y fue el reencuentro fortuito en la librería el que fijó el inicio de una fecunda amistad.
"La complementariedad y la sintonía nos unía", expresa Eduard Eroles. "Compartíamos poemas, y era como tirarnos florecitas. La transparencia de sus ojos azules, su sencillez y sinceridad, pero también sus inquietudes y generosidad me enamoraron", evoca Eroles, que antes de dejar los hábitos ya ansiaba encontrar el amor."Yo no dejé de ser capuchino porque me hubiera enamorado, sino porque quería enamorarme".
Siendo estudiante de Teología, Eroles participó en la Caputxinada y en la manifestación de curas de la Via Laietana, en 1966. El reconocimiento de los derechos de la mujer ha implicado socialmente a este exfraile que, con 12 años, entró en el seminario menor de los capuchinos de Igualada. "Uno de ellos había venido a la escuela a hacernos juegos de magia y nos habló de las misiones", recuerda. "Yo no sentía una especial revelación, pero me sedujo la idea de salir del pueblo", afirma.
COMO ANTES DEL SIGLO XIX
"En 1970, dejé la orden. No me sentía lleno interiormente, ni acompañado", confiesa. "Además, el Concilio Vaticano II había anunciado muchos cambios en la Iglesia que no llegaron", prosigue. "El respeto a la figura de la mujer y la vida en común de hombres y mujeres en la Iglesia ni se tocaba", dice. "La mujer obtuvo su derecho a votar y a elegir cuándo ser madre, pero la iglesia seguía como antes del siglo XIX, en otra órbita", prosigue. "Y mientras en la iglesia oriental católica ortodoxa curas y monjas se casan, nuestra obediencia latina aún hace del celibato un tema tabú", compara. "El Concilio acabó en 1965, y en los años 70, hubo grandes crisis y desafecciones religiosas, casi el 80% de menores de 35 años dejaron el convento al no hallar en la Iglesia apoyo interior y afectivo", declara Eduard Eroles.
Maria Jesús Martí también había dejado su vida religiosa, aunque por otros motivos. Estuvo muchos años en un instituto secular católico, cuyos miembros profesan los tres consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia. "Me encargaba de la enseñanza musical, hasta que murió mi hermana y tuve que ocuparme de mis seis sobrinos huérfanos", explica Martí, que tenía 33 años cuando conoció a Eduard, con quien tiene hoy dos hijos y cuatro nietos.
HELADEROS
"Nuestra religión la tradujimos en ayudar y estar con la gente", precisa Martí. "No deshicimos nuestra vida, seguimos teniendo amigos frailes y monjas, pero ampliamos amistades y familia. Vivimos como cualquier creyente", dice.
Sobre la reciente destitución del obispo de Mallorca Javier Salinas por su relación con una mujer, Maria Jesús Martí apunta: "En Menorca tenemos un dicho: 'Som de terra i terrajam'. Flaquezas y tentaciones tenemos todos, somos así. Por nada del mundo juzgaría si alguien hace bien o mal, pero la mentira me duele en el alma".
La pareja aprendió el oficio de heladero y en 1982, abrió Sa gelateria de Menorca, que hoy sirve delicias artesanales en tres heladerías propias y en cinco franquiciadas. "Compartimos nuestra felicidad con los otros, con la dulzura de un helado", concluye Eroles.

"Quería ser madre y opté por la reproducción asistida"
Laura Steegmann fue monja franciscana hasta que su deseo de tener hijos pudo más



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A los 21 años, su experiencia en una misión con monjas franciscanas, en Argentina, hizo que Laura Steegmann (Barcelona, 1974) se sintiera atraída por la vida religiosa. Así, la joven, que había estudiado enfermería en Barcelona, se formó en teología en Madrid y Salamanca y partió de misiones.
Tras un año en Benin (África), regresó a Madrid, donde trabajó con niños con discapacidad en una comunidad franciscana y en un centro asistencial de los religiosos camilos para ancianos. Esto llenó su vida durante más de diez años. "Me sentía feliz y segura", recuerda.
Pero, meses antes de cumplir los 34 años, empezó a sentir muchas ganas de ser madre. "Siempre pienso que la vida cambia porque cada cual elige caminos a seguir", verbaliza Steegmann. "Y donde eres feliz es donde debes estar. La felicidad cambia de lugar, y eso me ha enseñado a tener la mente abierta, hay que estar preparada para los cambios".
No tomó de un día para otro la decisión de dejar los hábitos para ser madre, puntualiza Steegmann. "Pasé un año reflexionando sobre ello, y compartiendo mi inquietud con la comunidad de religiosas".
Cuando al fin se decidió, Steegmann estaba lista para seguir la estela de la felicidad. "Mi vida como religiosa fue muy rica, aprendí mucho, pero empecé a desear que mi felicidad tocara más con los pies en el suelo, que fuera más humana y vinculante, con lazos afectivos más fuertes. Y eso fue lo que sentí que me ofrecía la maternidad", relata.
LA FIGURA DE UN HOMBRE
Antes de hacerse monja a los 21 años, Laura Steegmann se había sentido atraída por algún chico, pero no había llegado a formalizar ninguna relación. Y a los 35, recién secularizada por su deseo de ser madre, no consideraba la figura de un hombre necesaria para culminar su felicidad. Sobre todo, no veía fácil hallar a uno que encajase en su proyecto de vida. "Era consciente de que, a aquella edad, la reserva ovárica disminuía, lo tenía que hacer ya, porque se me pasaba el arroz, y opté por la reproducción asistida para ser madre más rápidamente", explica. "Más allá de que haya un padre o una madre, la familia está allí donde se vive el amor con intensidad. Donde hay amor, hay una familia. Sé que la vida puede cambiar, y estoy abierta a ello, pero no busco una pareja. El placer es bueno y es vida, pero no se vive solo a través del sexo, ese es solo un medio. La afectividad es otro, y yo ahora me siento feliz y plena afectivamente", confiesa.
LLEGARON NICO Y NIL
Con una primera fecundación, llegó Nico, que hoy tiene cinco años. Y, cuatro años después, le fueron transferidos embriones congelados del primer tratamiento, y llegó Nil, que ha cumplido 18 meses. "Afortunadamente, en la residencia en la que sigo trabajando –es directora de enfermería en cuidados paliativos– los hermanos camilos tienen una mente muy abierta y respetaron mi nueva situación, valoran a la persona más allá de sus opciones de vida", celebra. "Con nosotros, hay muchos excamilos trabajando, y algunos dejaron la comunidad para vivir en pareja, y mantienen muy buena relación con la orden".

1 comentari:

  1. Potser estan bé totes aquestes esperiències personals però, crec, el primer de tot és no fer mal a ningú amb
    les seves actituts, accions o prèdiques durant la propia vida. Penso que seria bo tenir-ho present tot i que,
    en cap cas, segur que no hi ha hagut mala fe.

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